OTRA MIRADA HACIA EL DIBUJO, COMO EXPRESIÓN DE UNA NECESIDAD

El término educación creadora es una fórmula que Arno Stern creó hace cuarenta años para trazar una distinción entre el juego de pintar y la educación artística. Según él, la educación artística destruye toda posibilidad de jugar. Se utiliza el orgullo de los niños y niñas exponiendo sus obras, exhibiendo su trabajo. Para Stern, esto es un insulto al arte y un peligro para el niño/a que ve deteriorado su juego. Cualquier persona tiene una memoria orgánica muda que se puede avivar. Esto supone un proceso, y por lo tanto no es creación. Ésa es una de las claves: el niño/a no crea nada sino que satisface una necesidad propia y no para el adulto.


Os invitamos, a leer estas páginas, seguido de una pequeña reflexión interna de cada uno/a, y así, que nuestra labor en Vidaitierra, siga y perdure en vuestros hogares.


Nuestro trabajo está basado en el trabajo de Arno Stern, el cual, plantea una nueva perspectiva respecto al dibujo en la que éste deja de ser un producto artístico para convertirse en juego y expresión.
Todo empieza en un lugar, en el que se dan y se generan unas condiciones únicas para el juego de pintar. Mesa paleta, la cual presenta orden y estructura, cada color tiene su pincel y no se mezclan los colores. Cada niño/a se sitúa en el lugar donde más cómodo/as se sientan. Es un espacio tranquilo, sin juicio ni competición, en el que cada uno/a pinta por el propio placer de pintar.
Lo que surge es maravilloso, de pronto, entran en un estado en el que no hay prisa, no hay vergüenza, ni querer demostrar algo con sus dibujos. Esto sucede porque las condiciones que el adulto genera no invita a ello, no hay competencia, no hay juicio, ni objetivos, ni maestros. Todos somos seres creadores.
Se trata de dejarse ir, dejar aflorar y entender que no hay un después, que nadie te va decir; ¡qué feo! o ¿Qué has pintado?, así como tampoco; ¡muy bien! ya que ambos son juicios de valor y desde esta perspectiva que tomamos, la expresión no es la consecuencia de la impresión. Para ello falta un entrenamiento, ya que hemos sido educados para ser razonables.
En relación a lo de que no hay un después, nos referimos a que no pintan para luego mostrarlo a otros/as, no hay un luego, hay un momento presente. Y os hacemos llegar los dibujos no para ese reconocimiento, sino para que sean un tesoro para ellos/as mismos/as cuando sean mayores y puedan volver a impregnarse de los recuerdos y sensaciones que vivieron cuando los pintaron.
Y, el ¡muy bien! o ¡qué bonito!, ¿por qué no debemos decirlo? Pues porque de esa manera no se atienden respetuosamente sus necesidades emocionales. Generamos en los niños/as una dependencia a la recompensa verbal, por el reforzamiento de ese comportamiento, de esta manera se genera la dependencia a nuestras evaluaciones acerca de lo que está "bien o mal". Y por tanto nos lleva a medir su valor en términos de lo que a nosotros/as nos hará sonreír y darles nuestra aprobación, sin que ellos/as desarrollen la capacidad de pensar por sí mismos/as y lleguen a confiar en sus propios juicios. Además de disminuir su autoestima y su capacidad de decisión, tornándose indecisos/as, y negarles ese placer innato que sienten al hacer las cosas por el propio gusto de hacerlas. También dejan de valorar el esfuerzo y pasan a valorar y necesitar el elogio.


En VidaiTierra, queremos que las niñas y niños compartan su placer con nosotros/as y no que busquen un reconocimiento. Queremos que exclamen ¡lo hice! o ¡me encanta mi dibujo! a un ¿Está bien hecho?, porque no queremos diluir su alegría. Para que no haya ningún malentendido, esto no quita que amemos, abracemos y ayudemos a que ellos/as se sientan bien, del mismo modo que lo comentado anterior no excluye la posibilidad de alegrarnos por las obras o expresiones de nuestros hijos/as sino que nos pone un punto y aparte en el supuesto cultural del reforzamiento, permitiendo que podamos ser conscientes de nuestra actitud para una mayor salud emocional en nuestros/as hijas/os. Con esto termino diciendo que un; ¡Cuánto color!, o ¿qué has sentido al pintarlo?, ¿a ti te gusta?, o una simple sonrisa o mirada hace mucho más que una palabra.

"Una mirada no dice nada y al mismo tiempo lo dice todo"

El término educación creadora es una fórmula que Arno Stern creó hace cuarenta años para trazar una distinción entre el juego de pintar y la educación artística. Según él, la educación artística destruye toda posibilidad de jugar. Se utiliza el orgullo de los niños y niñas exponiendo sus obras, exhibiendo su trabajo. Para Stern, esto es un insulto al arte y un peligro para el niño/a que ve deteriorado su juego y tarda meses en recuperar la espontaneidad. Frente a esto, Le Closlieu, su espacio creador en París, permite la recuperación del juego de pintar. Cualquier persona tiene una memoria orgánica muda que se puede avivar. Esto supone un proceso, y por lo tanto no es creación. Ésa es una de las claves: el niño/a no crea nada sino que satisface una necesidad propia y no para el adulto. Y como todo proceso, supone duración y regularidad. No es un encuentro fortuito. Es un camino largo. En Le Closlieu el niño o la niña, la persona, va a trazar en la quietud de un espacio para sí. Llegan con las manos vacías, y así salen. Es lo que libera a la persona para su capacidad de expresión. Lo que se traza en Le Closlieu (espacio de recogida) se queda allí.
Desde los años 60 Stern ha investigado sobre el dibujo y la pintura. Parte de su investigación se ha desarrollado en poblaciones aisladas cuyas formas de vida no incluían institución escolar, aldeas que buscó entre los habitantes de la sabana, los nómadas del desierto, los pobladores de la selva virgen, y entre los pueblos indígenas de los Andes a dos mil metros de altura, donde nunca se habían visto lápices o pinceles. Como resultado de este trabajo Arno Stern ha constatado la existencia de "la formulación", un código universal que sólo aparece cuando las personas pintan en unas condiciones muy concretas, que definirá la educación creadora.
La primera diferencia que hace Stern para introducir su discurso es la que se da entre el trazo-comunicación, que tiene que ver con producir una obra para un posible receptor, y el trazo-expresión, que es una manifestación que escapa a la intención: no es incoherente ni su función es el desahogo, sino que pertenece a un código con sus propios constituyentes y que funciona según leyes que le son propias. Este código se llama "formulación". La formulación es un código universal: los elementos que la componen son los mismos en todos los seres humanos. Más allá de las diferencias étnicas, sociales o culturales, el trazo que emana de ellos es idéntico. El origen de la formulación está en lo que Stern llama memoria orgánica y que define como un recurso de grabación, distinto del recuerdo, que no está al alcance de ninguna reflexión.


Bibliografía:
- Del dibujo infantil a la semiología de la expresión. (2014) Arno Stern.
- Mente en desarrollo. (2010) Daniel, J. Siegel.

El equipo de VidaiTerra.

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